El día de los muertos

  • por Gabriela y Camilo

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na de las cosas que más curiosidad me despertaban al pensar en México era la celebración del Día de Muertos. Tuve la oportunidad de estar tres veces en México para esas fechas. La primera vez fue en Guerrero Negro (Baja California Sur). La segunda, en San Cristóbal de Las Casas (Chiapas) y la última en el increíble estado de Oaxaca. La misma tradición se vive de manera muy diferente en cada estado. Por ejemplo, esta tradición no era propia de los antiguos sur-californios, sino que fue llevada a la Baja California Sur con la migración de personas oaxaqeñas en búsqueda de oportunidades laborales en las últimas décadas. Aun siendo una celebración joven, en la que allí presenciamos, hubo concurso de Catrines. En cambio en Chiapas, los altares invadían las plazas, locales y casas. Y en Oaxaca pude, finalmente, vivirlo en todo su esplendor.

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Decidimos buscar couchsurfing en la ciudad, y sólo enviarle solicitud a aquellos perfiles que sean de locales. Nos respondieron varios y terminamos eligiendo a una chica que vive con su mamá y que se encuentran muy interesadas en conocer las bicis de bambú. Llegamos dos días antes de la celebración y nos invitaron a armar el altar con ellas. Observamos el cuidado con el que la madre eligió las flores y el amor que hay en la selección de cada fruta para su difunto esposo. Era un ritual único y nosotros estábamos siendo parte de él. El mantel blanco se desplegó sobre la mesa. La corona de cempasúchil, que guiará al difunto hacia su antiguo hogar, se acomodó sobre la pared. No hay tristeza en la ceremonia, hay alegría y respeto.

Vivir dicha celebración no tiene comparación, el vínculo con la muerte es tan diferente a todo lo aprendido en los pasillos del Cementerio de Chacarita, que no logré salir de mi asombro. Por la noche, salimos a recorrer las calles. Se bebió mezcal, se bailó al ritmo de la comparsa. Fue una fiesta. La alegría desborda las calles. En los cementerios, las personas acompañaron a los fallecidos. Algunos lo hicieron en silencio, otros entre cantos y copas. En el aire se respiró solo copal (resina del género de árbol Bursera). Se me eriza la piel, me dan ganas de llorar de la emoción de recordar todo lo que me provocó estar ahí viviéndolo. Los cementerios siempre me dieron miedo, y ni pensar en entrar a uno de noche. Sin embargo, mientras caminé entre las tumbas no sentí miedo, estaba en calma.

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Fuera del panteón decenas de puestos de comidas invadían con olores e invitaban a probar el mole, una memela o tlayuda. La celebración duró toda la noche, aunque en mi caso tantos estímulos juntos no me dejaron pasar más allá de las 4 de la madrugada.

Para Camilo todo esto es familiar, para mí es un mundo nuevo y no dejé de indagar tratando de comprender cada momento y elemento del ritual. Arraigado en la cultura mesoamericana desde tiempos prehispánicos, el Día de Muertos era conmemorado el noveno mes del calendario solar mexica, y era celebrado durante el mes completo. Se dedicaba la celebración a niños y las vidas de parientes fallecidos. De esa tradición es que el 1 y 2 de noviembre las personas arman un altar dedicado a sus amigos y/o familiares, con la música, comida, bebida, golosinas y flores favoritas del difunto. La brecha entre el mundo de los vivos y los muertos se achica y todos conviven. El altar con frutas, flores y luces, les recuerdan a los difuntos los momentos vividos en la tierra. La flor de cempasúchil es símbolo del origen de todo. Ponerle esta flor al difunto significa que aún conserva un lugar dentro del todo, y que sus amigos y familiares no lo han olvidado. Además, representa los rayos del sol, por lo que sirve de guía para mostrarle al muerto el camino de regreso a lo que supo ser su hogar. El copal es otra cosa que no falta en ningún altar. Elemento sagrado prehispánico que limpia y purifica las energías de un lugar, santificando el ambiente y a las personas. El pan de Día de Muertos (incorporado por los cristianos y asociado a la eucaristía) es otra cosa que forma parte de la tradición, y algo propio de estas fechas.

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El día de Muertos es una de las festividades más interesantes y lindas de México, porque plantea una interacción con la muerte. Esta tradición, me ayudó en lo personal a perderle el miedo (no el respeto) a la muerte, a la interacción con esos mundos, tan distintos y tan complementarios.

Por último, les compartimos este video sobre la celebración del Día de los Muertos que presenciamos en Oaxaca:

  • Gabriela y Camilo

    Eligieron el viaje como estilo de vida. Primero viajaron con mochilas y a dedo. Luego con alforjas y en bicicletas de bambú. Recorren el continente Latinoamericano ininterrumpidamente desde 2012. En su blog planbviajero.com comparten relatos, reflexiones y consejos para viajar con huella ecológica.

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  • Juanita
    Responder

    Amigos viajeros
    Que envidia!
    Me encanta esa libertad para viajar!
    Como lo hacen para compartir couchsurfing?

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