Llenando los mapas de caras

Cuántas veces habrás viajado a través de los mapas… Cuántas tardes de domingo (esos días que huelen a deberes de colegio sin hacer) te has encontrado sentado frente a uno de ellos. Absorto. Boquiabierto. Es el increíble poder que tiene un mapa… por pequeño, diminuto e ínfimo que sea. Imaginarte en lugares más desérticos, más fríos, más poblados, más inaccesibles… Lugares que desde siempre te llamaron la atención por sus nombres, su forma o por lo que has oído a “cuartas personas” que dicen haber estado allí.

Lo sabes. Sabes que siempre que te quedas petrificado delante de un mapa, te sorprendes recorriendo torpemente una larga cordillera con tu dedo índice. Siguiendo un río con la mirada hasta llegar a su desembocadura. Midiendo con la palma de la mano la distancia más corta para ir desde tu día de oficina “al otro lado”. Hasta que un buen buen día, decides lanzarte a llenar esos mapas (que ya te sabes de memoria) de caras. Caras que al principio te son extrañas aunque realmente el extraño seas tú. Y a partir de ahí, con “el poder de las caras”, todo resulta mucho más hipnótico… “Boquiabiértico”… “Absórtico”…

Observas y escuchas lo que cada cara tiene para contarte. Hablándote de lo dura o productiva que ha sido su vida. De sus altos y de sus bajos. De sus depresiones. De sus cimas. De sus valles. A tu paso, brotan pieles tersas y lisas que hablan de fertilidad y chocas con otras de las que emergen miles de canas. Una por anécdota. Te asomas a múltiples acantilados en forma de cicatrices que marcan momentos pasados. Te tomas el tiempo necesario para memorizar las arrugas que se formaron por tanta risa y caes en otras, que surgieron por acumulación de pena. Te plantas delante de ojos que brillan con luz propia y vadeas otros tantos oscuros que no te dicen nada.

Y te das cuenta…

Te das cuenta de que, aunque las caras de sonrisa fácil le gustan a todo el mundo, siempre intentas llegar a aquellas que te exigen más. Por alguna extraña razón (como cuando gastabas horas mirando mapas), las caras más extrañas y desconocidas llaman tu atención durante más tiempo. Si viniendo de costa, te tiraban los lugares de montaña… ahora te fijas en ojos más sesgados, pieles más negras, cuellos más largos, pies más pequeños… Pero aunque te parezca curioso el frío, siempre acabas buscando el calor. Buscando para perderte en esas expresiones que transmiten paz. Pasando más tiempo en las amplias y vastas sonrisas que cultivan sólo alegría.

A partir de ahora, Bolivia ya no será solo el país con el más extenso altiplano del mundo. Estará lleno de honradas y tímidas caras trabajadas por el sol. Varanasi no será solo un lugar que suena a sucio a orillas del Ganges porque sabrás que allí meditan barbas largas y miradas plácidas. Bukittinggi no se quedará solo en un lugar que supuestamente es exótico ya que pasará a ser el sitio en el que la gente te para por la calle para darte la bienvenida. Maldivas dejará de ser “solo ese paraíso” que no sabías muy bien dónde estaba, para acordarte que fue allí donde te miraban con curiosidad y te hacían fotos a escondidas.

A partir de ahora no sólo pasas de imaginar a experimentar, sino que llenas los lugares de vida. De historias. De recuerdos.

Persiguiendo complicidad.
Descubriendo puntos en común.
Poniéndole cara a los mapas.