Somalilandia, el país fuera del mapa

Hace dos años visite un país que no existe. Se llama Somalilandia y tiene su propia bandera, su propio ejército, su propia moneda, presidente, parlamento, instituciones, estampillas… pero no aparece en los mapas y si aparece, lo hace sólo entre varios paréntesis. Doy fe, sin embargo, de que está ahí. Materialmente, es parte de este mundo porque todavía me asalta el recuerdo de caminar por sus calles. Y aunque en África, sueños y realidad suelen mezclarse, yo estoy seguro de que mi experiencia en este rincón del continente perteneció al planeta que habito cuando estoy despierto, y a lo mucho que me permiten sentir mis percepciones durante la vigilia.

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¿Cómo puede ser que Somalilandia exista y a la vez no exista? Muy simple (o no tanto): esta nación se auto-emancipó de facto de Somalía en 1991, después de la gran guerra, pero ningún país del mundo reconoció su independencia. Y esto porque, según se dice, las grandes potencias no deseaban una “balcanización” del cuerno de África, una región ya de por sí extremadamente conflictiva y volátil en sus fronteras como para agregarle un nuevo asterisco. Esta, al menos, es la versión oficial. Detrás de ella, y como siempre que hablamos de geopolítica, cabría agregar un montón de otros factores y “cuentas ocultas”: algunas huelen a petróleo, otras a pólvora, también habrá a quienes les conviene que Somalilandia “exista” y a quiénes no. Podríamos conspirar un rato largo con todas las hipótesis pero no es el caso. He leído varios artículos después de mi viaje en los cuales se menciona la cooperación israelí con este estado (¿estado?) y todo lo que eso implica. Siendo sincero, no me parecieron nada descabellados.

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Pero lo cierto es que, más allá de este dilema shakesperiano del ser y no ser al mismo tiempo, la vida en Somalilandia se vive como en cualquier otro lado. Por supuesto, con sus sutiles particularidades, las mismas que encontraríamos en Buenos Aires, Paris, Tokyo o Harare, si las visitamos con ojos de filósofo, extrañados y abiertos a la sorpresa y al descubrimiento. Allá los mercados copan las calles, los camellos son moneda de cambio, el oro se consigue barato en cualquier vereda,  funciona el Wi-Fi, el dulce de dátil y el Baklava se piden de sobremesa, la gente se va de vacaciones a Berbera y se baña en las costas del Índico, se imprimen los diarios  -de ocho páginas y con una dedicada a los chistes, otra al deporte y el resto a la política-, se reciben remeras de Gran Bretaña, la gente hace fila en la Embajada de Etiopía –país donde les habrá surgido algún trabajo-, otros sueñan con las oportunidades de Dubai, Mascate o Riad, se inauguran bares, no se vende alcohol; la gente hace el amor, cocina, se ríe y se enoja, también sueña.

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Si la semana que viene, por alguna razón, Argentina dejase de existir ¿Acaso a la mañana, de todas formas, no tomarías un mate o un café y después abrirías el Facebook o le darías un beso a tu compañero/a? Lo mismo sucede en Somalilandia, más allá de que no haya mapas que lo reflejen.

Sobre mi experiencia en este país, hace unos meses escribí un artículo en una revista y el editor agregó en el epígrafe: “Desde la nación con nombre de parque de diversiones”. Me sonreí al leerlo, y pensé que sí, que se trata de caminar por un lugar que existe pero que, a la vez, podría ser parte de una realidad paralela, entonces mi colega hasta pudo haber estado en lo cierto. Sólo que en Somalilandia no se paga entrada. Aunque, como una ilusión óptica en el medio de arena y matorrales, en el viejo descampado de las afueras de Hargeisa hay una montaña rusa que aún funciona, que alguien construyó un día y que, después del gran conflicto, permitió a los somalilandeses experimentar otra adrenalina más saludable que la de las bombas cayendo cerca de sus calles

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  • Fernando Duclos

    Fernando además de viajero es periodista. Es de Buenos Aires y fue allí dónde durante muchos años se dedicó a la enseñanza. Realizó un largo y profundo viaje por África, donde descubrió que en el continente negro la magia y realidad se mezclan a cada paso. Pueden leer más de sus historias en cronicasafricanas.com

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  • florida
    Responder

    me encanto poder ver todo lo que esta pasando en el mundo mientras nosotros estamos tomando mate

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