Centroamérica sin playas – Segunda Parte

  • por Victoria Sánchez Mércol

El Rincón de la Vieja, porque que las hay, las hay

El Rincón de la Vieja me llamaba desde el norte del mapa costarricense. La picardía del nombre me invitaba a imaginar leyendas, mitos, cuentos populares de los que se pasan de boca en boca para dar miedo a los niños en las noches estrelladas sin luna. No estaba muy lejos de eso.

El Parque se encuentra en la región de Guanacaste, a pocos kilómetros de la ciudad de Liberia desde donde se llega muy fácil en autobús. La zona es especialmente árida, seca y caliente. Hay un volcán de casi dos mil metros de altura sobre el nivel del mar que comanda la actividad térmica de estos suelos, manteniendo burbujeantes las pailas de barro y las fumarolas humeando al cielo. La gran biodiversidad que de ello se desprende nos muestra plantas, aves e insectos incontables, la fauna como siempre es un poco más esquiva a los lentes de la cámara.

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Hay un pequeño poblado en la entrada, Curubandé, donde encontramos varias opciones para acampar y pasar un par de noches. Y es por esas callejuelas donde aún circula entre rumores la leyenda que guarda su nombre, por el amor trunco entre una princesa indígena, Curubanda, y Mixcoac, el jefe de la tribu enemiga. Enfurecido, el padre de la bella joven se cobra la vida de su rival alejándolo para siempre de su amor y lo arroja en el centro del cráter del volcán. La desconsolada Curubanda decide velar por su amado viviendo por siempre entre las plantas de la falda del volcán donde aprende las artes chamánicas de la zona. La gente del pueblo cuando alguien solicitaba de su asistencia, recomendaban ir “allá arriba, donde el rincón de la vieja”…

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Ometepe, lo simple de lo natural

El lago Nicaragua abre un ojo en el mapa de ese país, nuestro nuevo destino. Cerca de la orilla de la ciudad de Rivas, la isla Ometepe está formada casi exclusivamente por los territorios de los volcanes Maderas y Concepción, unidos por un istmo estrecho de apenas 5 kilómetros de ancho.

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La vida de los hospitalarios isleños se concentra en el poblado de Moyogalpa, donde desembarcan los ferrys que parten de Rivas y podemos encontrar rápidamente alojamiento. Es inevitable no reparar en el principal ofrecimiento de la mayoría de los negocios del lugar: el alquiler de bicicletas. Pedalear es la mejor forma de recorrer la isla y sus rincones especiales.

La reserva Charco Verde esconde una pequeña laguna, que se torna por momentos misteriosa y surrealista gracias al juego de luces y sombras del entramado de manglares y árboles. Las garzas se adueñan del protagonismo de la escena, mientras por sacudidas entre las hojas adivinamos toda la clase de compañía invisible. El día pasa apacible, rodeados de la calma única que nos brinda la naturaleza, al reparo del calor agobiante.

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Un hito a la hora del atardecer es alcanzar, ya en el regreso, la Punta Jesús María. Es un camino de tierra y arena que se adentra y sumerge en el lago como queriendo alcanzar el cono perfecto del Concepción.

León: donde jamás existió el silencio

La ciudad del poeta, la ciudad de la revolución, la ciudad de la catedral más antigua en América… parece que no hace falta explicar por qué León se impone en nuestro camino, ¿no? Nada de todo esto queda en el tintero. Mientras recorremos acalorados las calles y sus estrechas veredas que definen y dan contexto a la vida de la ciudad, nos repartimos la agenda para sumergirnos en distintos momentos de su historia. La historia del país, de la región, se cuenta en las paredes silenciosas de la casa (ahora museo) de Rubén Darío, en las frías columnas de la catedral del siglo XVIII donde descansan los restos mortales del Príncipe de las Letras Castellanas, o en los contestatarios murales que colorean la ciudad. Cuna de la revolución sandinista, Nicaragua toda es orgullosa y lo grita a viva voz, no tiene disfraces para agradar a los turistas, es sincera y auténtica.

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Para conocer en detalle los días de convulsión social, nos acercamos al Museo de la Revolución, muy lejano de lo que conocemos por “museo”. Una casona antigua y descascarada, mantenida en pie por los ex guerrilleros que hoy ofician de guías personales a quien se acerque interesado en escuchar sus detallados relatos. Recortes de periódicos y algunos objetos (o sus restos) nos ilustran las palabras de Andrés, quien se apasiona al transmitirnos sus vivencias y la historia de su ciudad. Las palabras se le agolpan en la punta de la lengua, la importancia de la organización universitaria nos tiene que resonar por el resto de la tarde. El General Augusto Sandino murió casi 40 años antes de la revolución, pero sembró el germen necesario para el crecimiento del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que el 19 de julio de 1979, con la fuerza de campesinos, estudiantes y trabajadores, derrocaran finalmente la dinastía de los Somoza.

Al final del recorrido, una larga clase de historia personalizada, nos invita a subir a la terraza. No es casualidad, quiere que veamos la ciudad por primera vez con otros ojos.

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Volcán Telica: la mirada profunda

Lo que por lo general es un paseo de un día desde León se transformó en toda una aventura. El pequeño caserío de San Jacinto dista a pocos kilómetros de la ciudad, y hasta allí llegamos buscando un lugar donde acampar. Doña Gloria nos ofreció el frente de su rancho y su amable sonrisa.

Más tarde, los jóvenes del pueblo nos invitaron a participar de su última travesura de verano: ir a pasar la noche junto al cráter del volcán Telica. Lugar ardiente si los hay en este planeta, a pocos metros sobre el nivel del mar y varias decenas de mercurio sobre el termómetro.

Los muchachos tintineaban sus botellas entre bromas, y nosotros recolectábamos mangos y limones del sendero improvisado. Fogata, bromas, y música estridente para apurar los tragos. Ellos querían eso: despedir sus vacaciones con un poco de libertinaje. Nosotros buscábamos otra cosa: asomarnos al cráter humeante. Todos quedaron en silencio. Por qué alguien querría hacer eso, se preguntaban. Y muy seriamente rechazaban nuestra invitación a acompañarnos.

Nosotros llegamos muy decididos. Tomados de la mano subimos entre las resbaladizas piedras del no-camino. Aquí no hay carteles, ni guardaparques, ni guías, ni tienda de regalos. Y eso es Nicaragua. Bajo nuestra entera responsabilidad, desafiando el temor de los muchachos mientras tratamos de distinguir algo en la oscuridad de la noche sin luna. El pulso se aceleraba, y no había mal de altura al que echarle la culpa. El vaho azufrado tan pronto como nos llegó se perdió en nuestra adrenalina, y entre los vapores finalmente vimos el resplandor… las grietas del cráter dejan ver la lava, la sangre de La Tierra.

Para nosotros era un hito en nuestra vida, para algunos muchachos era un tabú, se les llenaba la mirada de una mezcla de miedo y respeto, “no hay que ir ahí” sonaba como a una advertencia que había quedado tatuada en su memoria desde la cercana infancia. Unos pocos nos acompañaron, pero ninguno quiso asomarse al cráter.

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Todos medimos la vida con distinta escala. Aún hoy sigue siendo uno de esos momentos que significaron un antes y un después: mirar al planeta directamente a los ojos. Todo viene de ahí. Y luego, ¿a dónde va?

  • Victoria Sánchez Mércol conlospiesporlatierra.com

    La llaman Vito y a ella le gusta así. Ya cuando sintió curiosidad por estudiar el cuerpo humano comprendió que lo más asombroso siempre sucede más allá de lo que está a simple vista. Hoy trabaja con el top 5 de las enfermedades de la infancia mientras de a poco se deja seducir por los poco transitados caminos de las medicinas del Oriente y el Yoga. Fotografía y escribe en conlospiesporlatierra.comSu recorrido inició en La Rioja, Argentina, y nadie sabe dónde puede terminar.

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