Un triste recuerdo en el Lago Victoria

  • por Esteban Mazzoncini
A

ún estoy agitado cuando llego al camarote. Abro la puerta y una cara alegre de cachetes redondos me invita a pasar. “Hello my friend, this is your bed”, dice Addo, mi compañero de viaje. La noche está cálida y después de acomodar nuestras cosas salimos a la proa. Me siento como en una especie de Titanic, salvando las distancias claro, ya que esta historia no terminará en romance. A veces conversar sobre algunas cuestiones sociales del pasado puede incomodar, pero creo que esta puede ser una buena oportunidad para saber realmente qué pasó en 1994 cuando se enfrentaron los hutus contra los tutsis. Se denomina Genocidio de Ruanda al intento de exterminio de la población tutsi por parte del gobierno hegemónico hutu. Como consecuencia de estos enfrentamientos, un millón de personas perdieron la vida y hubo más de ochocientos mil desplazados internos. Sólo hacia Zaire huyeron más de dos millones de hutus y crearon así el campo de refugiados más grande de la historia en Goma o la ciudad de los muertos, como muchos la llaman. Para que se hagan una idea de lo terrible que fue esta situación es como si hubieran muerto 10.000 personas durante todos los días a lo largo de 3 meses.

Addo cambia sus facciones alegres cuando me cuenta su escalofriante historia: “Nací en Burundi pero por el trabajo de mi padre nos mudamos a Kigali, Ruanda cuando tenía siete años. Cuando se desató el conflicto estaba en la parroquia de mi barrio. Mis padres me fueron a buscar y con solo lo puesto, nos refugiamos unos días en la selva. Tiempo después nos vinimos a vivir a Uganda. Los factores por los que se desató el conflicto fueron varios, pero principalmente fue la pugna por la posesión de tierra entre los hutus agricultores y los tutsis ganaderos. Había mucho miedo por parte de los hutus a ser explotados y de los tutsis a ser eliminados. Finalmente después de un poco más de tres meses, el conflicto terminó”.

Se hace un silencio profundo y propongo cambiar el tema de la conversación. Tomo la palabra y le cuento de mis aventuras viajeras por África como por otros continentes. ¿Te gustaría conocer todo el mundo?, me pregunta sorpresivamente. No sé si todos los países, pero seguramente la mayoría, le respondo. Navegamos toda la noche y alcanzamos Bukoba con las primeras luces de un nuevo día. Mi compañero de viaje se queda allí para visitar familiares mientras yo sigo hasta la frontera con Uganda. Mi única preocupación es obtener la visa, pues dos intentos fallidos en Kenia, origen de mi viaje, me dejaron con la incertidumbre de poder lograrlo. Me alejo pensando en Addo y sin darme cuenta, comparo su infancia con la mía, cuando mi única preocupación era esperar a que llegara el fin de semana para ir a jugar al fútbol con los amigos del barrio. Tenemos la misma edad con pasados totalmente distintos. Los siguientes días me cuesta dormir bien, sueño con él, con su familia y con Goma, la ciudad de los muertos.

A veces los viajes están teñidos de recuerdos tristes y de historias complejas. Pero viajando por Uganda pude ser testigo de un encuentro que me ayudó a entender un poco mejor aquel conflicto. Addo no guarda rencor de su pasado y su sonrisa es sinónimo de esperanza.

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  • Esteban Mazzoncini

    Esteban es fotógrafo y escritor de viajes. Desde 1993 recorre el mundo haciendo autostop para confirmar la hospitalidad de los pueblos.
    En su blog www.unviajerocurioso.com comparte las experiencias de viajes y vivencias de lugares pocos comunes como Afganistán, Uganda, Haití o Uzbekistán entre otros.

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